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La escasez de material y Sudáfrica

Tablas, trajes, inventos, hasta una simple pastilla de parafina, eran bienes apreciadísimos y muy escasos durante los años setenta y ochenta. Para resolver este problema existían sólo dos alternativas: viajar y desplazarse a Cantabria, el País Vasco o Francia en busca de uno de esos preciados artilugios; o cuando los recursos económicos no permitían viajar, echarle mano al ingenio y la imaginación y optar por la fabricación propia.

Rufino, y sus Rufo’s Surfboards, resolvieron buena parte de estos problemas, pero las referencias para fabricar tablas cada vez mejores eran muy escasas. Jugaron un importante papel las fotografías que esporádicamente aparecían en alguna publicación, y en particular los artículos publicados en la versión en castellano de la revista americana Mecánica Popular.

Con los años surgió otra importante fuente de suministro: los “guiris”. A finales de los setenta y principios de los ochenta comenzaron a aparecer los primeros extranjeros que de forma más o menos usual venían a surfear a Galicia, trayendo consigo sus tablas, y muchas veces también los últimos adelantos en diseños y formas. Era por ello que, cuando la comunidad de surfistas detectaba la llegada de un grupo de extranjeros a nuestras playas, lo primero que se hacía era entablar contacto con ellos para ver qué tablas traían y si alguna estaba a la venta. Lo mismo pasaba con trajes, inventos o parafina. Otros como los hermanos Irisarri, gracias al trabajo de uno de los hermanos en la empresa Pescanova, lograban que barcos que iban a faenar a Sudáfrica volviesen a Galicia, además de con su cargamento de pescado congelado, con las primeras Ben Aipa, Simon Anderson, Lightning Bolt o Mark Richards que se vieron en Galicia, de las cuales Rufino se dedicaba a sacar copias casi exactas.

Viajar a Sudáfrica, cuando hasta entonces nuestro contacto con la cultura y el mundo del surf era casi de oídas, fue adentrarse en un mundo totalmente nuevo para mí, y también para el resto de mis hermanos, – cuenta José Irisarri. Existía toda una comunidad establecida entorno a él. ¡¡Y con tiendas y facilidades para hacerse con material!!. Así que desde aquel primer viaje comencé a traer tablas. Para guiarnos en las compras tomábamos nuestras referencias de la revista Surfer. Y no era sencillo. Los viajes a Sudáfrica coincidieron con un momento en el que en el mundo del surf se estaba viviendo una auténtica revolución en cuanto a formas, volúmenes y acabados. Eran los años del apartheid, por lo que el rand sudafricano estaba baratísimo, lo que nos permitía arriesgar en las compras. Además si alguna tabla no nos convencía, había aquí una demanda lo suficientemente amplia como para poder deshacerte de ella sin problemas.

En aquellos años vivimos en directo toda la evolución que se generó entorno a las tablas de surf. Los cambios que en un principio seguíamos a distancia a través de los artículos que se publicaban en la revista Surfer, pasaron a ocurrir ante nosotros gracias a las novedades traídas desde Sudáfrica. Recordamos por ejemplo la polémica en la que Mark Richards se negaba a aceptar el thruster, de tres quillas, de Simon Anderson. Y recuerdo también a Shaun Tomson que se negaba a reconocer que con el twin-fin se surfeaba mejor que con un single, ya decía que con una tabla de dos quillas no se podía entubar.

Lo vivimos tan en directo que, por ejemplo, si en noviembre de 1981 Simon Anderson ganaba el Pipe Masters con un thruster, en marzo de 1982 Jose traía a Vigo el primer tri-fin que tuvimos”

 

  1980  /  Historia  /  Última actualización: noviembre 5, 2017 por Océano Surf Museo  / 

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